¿Se puede enseñar el buen gusto?
Notas, dudas y divagaciones sobre los trabajos creativos, con un toque irónico y un starets neoyorquino.
Querido lector:
Unos años antes de que ChatGPT irrumpiera en las vidas de todos, decidí aprender el oficio de diseñador de experiencia de usuario, una de las muchas profesiones que ahora mira a la inteligencia artificial con asombro y recelo al mismo tiempo. Asombro por las posibilidades que ofrece, recelo por el miedo a que sea mejor que nosotros.
Hay quien clama con fe ciega que la IA no afectará al sector, supongo que son los mismos que aún diseñan en Adobe Flash. Otros afirman, mientras observan una montaña de papel higiénico reserva del 2020, que el fin ya ha llegado. Los más positivos opinamos que a los diseñadores no nos sustituirá una máquina, sino otros diseñadores que decidan usarla. Por desgracia la positividad tiene por amiga a la ingenuidad y, en algunos casos, a la idiotez. Yo mismo me confieso culpable de haber soltado tamaña perogrullada esta mañana, con la única excusa de que el reloj aún no marcaba las siete. Obviamente un diseñador será sustituido por otro diseñador. ¿Acaso no ha sido así siempre? ¿Antes de la IA quién te sustituía? ¿Es un vaso un vaso?
Ya seas artista, escritor, videógrafo, intérprete o músico, es probable que todo esto te resuene de una u otra manera. No te preocupes, nadie está libre de pecado. En tiempos tan convulsos, que estés de un lado u otro dependerá de cómo hayas dormido por la noche.
Los trabajos amenazados por Gemini y sus secuaces tienen algo en común: son creativos y su herramienta principal es el cerebro. Todos requieren de conocimientos teóricos, pero su desempeño es práctico. Y es en esta afirmación en donde creo que está algo que, en parte, se nos había escapado a los positivistas de perogrullo. Un argumento perfecto para la cafetería por la mañana o el bar por la tarde: Cualquier trabajo que combine teoría, creatividad y práctica tiene un componente esencial que es muy difícil de entrenar, acaso imposible de definir, pero cuya presencia u ausencia se hace notar. Llámalo criterio profesional. Llámalo buen gusto.
La ausencia de criterio propio en la inteligencia artificial —ausencia derivada de la falta de capacidad de razonamiento— es una constante que sólo se hace evidente cuando usas la IA de forma intensiva en un área que dominas. Todos vivimos la montaña rusa que fue el poder tener una ilustración hecha con estilo Ghibli para, dos días después, aborrecer cada publicación que lo usara. Todos fuimos capaces de ver cómo la aplicación de la técnica era un copia y pega regido por los mismos patrones. Invariables. Anodinos.
La inteligencia artificial es muy buena en la teoría y en la práctica, pero pésima cuando le pides que las una. Es un alumno brillante haciendo preguntas tipo test y repitiendo de memoria un tema del libro, pero a su vez es incapaz de escribir un comentario de texto, justificarlo y, sobretodo, saber si está bien o mal hecho. Además copia a otros alumnos, hace chuletas y, por si fuera poco, es una mentirosa.
Mientras escribía esta edición quería transmitir la idea de que gran parte de nuestro procesamiento de la información ocurre de forma subconsciente, y que estamos muy lejos de entender —y por lo tanto poder recrear— esos procesos. Recordé la cita “La conciencia no tiene derecho a voto, pero si a veto” de Mariano Sigman, y al ser una frase poco conocida pregunté a ChatGPT por su autoría. La IA está programada para responder en positivo y continuar la conversación, pero rara vez te dirá que no sabe algo, inventándose las respuestas cuando no sabe qué decir.



Tal y como adelantaba en el subtítulo de esta edición, todo esto son cábalas derivadas de una conversación a las 7 de la mañana de camino al trabajo. Lo cierto es que es muy complejo presagiar qué ocurrirá en el futuro. Mi opinión a día de hoy es que sí, habrá algunos trabajos que no serán encargados a profesionales. La gente de a pie podrá hacerse un logo para su pequeño negocio, o una web sencilla con un prompt. Pero si lo pensamos bien, todo eso ya estaba ocurriendo antes de la llegada de la inteligencia artificial.
Hay una figura adelantada a su tiempo que trazó el camino a seguir. Un personaje que se dio a conocer hace un par de años por su libro El Proceso Creativo. Estoy hablando de Rick Rubin. En su currículum está la colaboración en la producción de himnos como Toxicity de System of a Down, Yeezus de Kanye West o Californication de RHCP. Es una leyenda de la industria musical con aires de starets que no se avergüenza de no tener conocimiento técnico, defendiendo que aporta valor a través de su criterio.
Con internet llegó la era en la que ya no era importante memorizar, porque toda la información estaba al alcance de un clic. Lo importante entonces pasó a ser la capacidad de saber buscar y elegir fuentes correctas. Con la inteligencia artificial, el proceso de búsqueda, selección y digestión de la información se ha automatizado. Ahora el foco pasa a estar en la capacidad de discernir el bien del mal. Reconocer lo que sirve y descartar lo que no. Ser jueces del trabajo de una máquina. Promotores de un trabajo que “no” es nuestro.
Gracias por leerme una vez más.
Atentamente,
Andrés.
Muy bueno 😃. Lo incluimos en el diario 📰 de Substack en español?
Criterio y buen gusto son características esenciales del diseñador. Y no son innatas, se cultivan con tiempo y esfuerzo.